Augusto Algueró Dasca. El pasado 16 de enero murió en su domicilio de Torremolino (Málaga) Augusto Algueró Dasca.
Nacido en Barcelona el 23 de febrero de 1934, e hijo del también compositor Augusto Algueró Algueró, estudió Medicina y música paralelamente; pero alentado por su madre y por el maestro Margenat, se decantó por la Música, que ha sido su vida. A los 16 años obtuvo el Premio de Virtuosismo del Conservatorio Municipal de Música de Barcelona, y parecía que se encaminaba hacia la intepretación. Pero la composición, los arreglos y la dirección de orquesta ocuparían pronto un lugar destacado: con sólo diecisiete años entró en el mundo del teatro y compuso alguna pieza en colaboración con Daniel Montorio. Sus notas empezaron a sonar en el Paralelo de Barcelona, en el desaparecido Teatro Cómico, componiendo para espectáculos de revista con Joaquín Gasa, justo enfrente de los estudios de cine de Ignacio F.Iquino para el cual compuso algua de sus primera bandas sonoras.
Pero la primera de todas, en 1951, le vino del teatro: Los sueños de Tay-P, un film animación en el cual colaboró con Artur Kaps, alma mater de la compañía de Los Vieneses, que tanto éxito tuvo en Barcelona, y con la que Algueró hizo espectáculos como Luces de Viena, Viena es así, o Melodías del Danubio. Su presencia en los teatros del Paralelo se convirtió en habitual (¡Todos al cómico!, Linda Moreno, Arrivederci Roma, etc.)
Luego vinieron los discos para el sello Montilla: el primero a la batuta de la Orquesta de Cámara de Madrid, con Imperio Argentina; y el segundo, unos arreglos de pasodobles bajo el título Al ritmo del pasodoble. Poco a poco Algueró iba cimentando una sólida reputación como compositor de canciones —Antonio Machín ya había interpretado su mambo “Fuiste tú” en 1950— que se iría acrecentando gracias, en parte, a los festivales de la canción, de los cuales fue habitual bien como compositor: al I Festival de Benidorm (1959) presentó “La Montaña” y “Don Quijote”, y en la segunda edición (1960) le premiaron “Eres diferente” y “Luna de Benidorm”. En 1961 participó en el debut de TVE en el Festival de Eurovisión: Conchita Bautista cantó su “Estando contigo”, que más adelante popularizase Marisol. En 1970 dirigió la orquesta que acompañó en Eurovisión “Gwendolyne”, de Julio Iglesias; y en 1972 repitió festival con “Amanece”, cantada por Jaime Morey. Y diversos primeros premios jalonan su trayectoria: “Los dos” (1972) y “Dudando, dudando” (1980) ambas en el Festival de Viña del Mar, en Chile; y años antes en el III Festival de Benidorm (1961), con “Enamorada”, que dedicó a su entonces flamante esposa, la actriz Carmen Sevilla.
Algueró había compuesto más una treintena de bandas sonoras antes de su matrimonio con la actriz, con éxitos tan notables como La fierecilla domada (1955), Malagueña (1956), Las chicas de la Cruz Roja (1958), o 091. Policía al habla (1960). Es innegable, no obstante, que a la popularidad de su música se sumó la de su esposa, y ya desde el mismo día de su boda, se convirtieron en personajes recurrentes en la prensa y la vida social. La luna de miel la pasaron trabajando en Argentina: Carmen Sevilla protagonizó El secreto de Mónica (1961), de cuya banda sonora y canciones era autor Algueró. A partir de aquí, numerosas giras conjuntas (Venezuela, Cuba, Bélgica, Brasil, Méjico...), espectáculos televisivos (incluida una intervención en el famoso Ed Sullivan’s Show en Estados Unidos), películas... y así hasta su última colaboración profesional, antes del divorcio: Telemusical en directo (1973), dirigidos por Valerio Lazarov en el Teatro Calderón de Madrid.
Y, en paralelo, la popularidad de sus canciones iba en aumento. Algunas se han convertido hoy en auténticos estándares, como ocurre con “Noelia” o “Penélope” que, en la voz de Nino Bravo la primera, y en la de Joan Manel Serrat la segunda —que en 1998 obtuvo el premio BMI a la canción más interpretada en el mundo latino—, sólo necesitan de unos pocos compases para ser reconocidas. Artistas tan populares de los sesenta como Raphael, Los Tres Sudamericanos, Jaime Morey, Ramón Calduch, Mari Trini y muchos más, le cantaron canciones. En la letra tuvo colaboradores de la categoría del poeta Rafael de León; pero su letrista habitual fue Antonio Guijarro, que también participó en la mayoría de sus canciones cinematográficas, como “Tómbola”, “Nubes de colores”, “Chiquitina”, “Volver a verte”... Y Algueró tuvo mucho que ver con la eclosión de lo que se conoció, entonces y ahora, como “música ye-yé”. Aunque Algueró no renegaba en absoluto de aquellas canciones, no le entusiasmaba que se le conociese sólo por las mismas.
Algueró fue uno de los primeros compositores españoles que adoptó la moda de incluir una canción acompañando los créditos. Así, escuchamos “No te vayas de mi lado” en Un americano en Toledo (1957), “El día de los enamorados” (1959), “Las chicas de la Cruz Roja” (1958) y “Amor bajo cero” (1960), las tres en sus películas homónimas, o
“Inseparables”, cantada por Los Cinco Latinos, en Tres de la Cruz Roja (1961).
En el conjunto de su labor cinematográfica hay que diferenciar con claridad estas canciones de la música incidental que compuso: si las canciones tienen todas las características de la música ligera y pop de la época que les tocó vivir, la música incidental presenta un notable dominio de la instrumentación, y unas influencias que van desde el nacionalismo casticista que cultivaban Jesús García Leoz o Manuel Parada en el cine español, hasta la música sinfónica americana, pasando por el jazz y el musical de Broadway.
Escuchando sus bandas sonoras, se pueden localizar algunos referentes como el Mancini de Sed de mal (1958, Touch of Evil, Orson Welles) en Tómbola (1962), cuando Marisol va a casa de la inexistente Marujita, para intentar recuperar el retablo: fusión de jazz y ritmos caribeños, que también se escuchan en 091. Policía al habla (1960), una película repleta de temas jazzísticos; referencias a Gershwin en el inicio de La nueva Cenicienta (1964) cuando vemos a Marisol haciendo la compra en bicicleta; a Leonard Bernstein, aunque con inevitables toques andaluces, en el ballet de Marisol en Búsqueme a esa chica (1964), a Korngold en la lucha de espadas de La fierecilla domada (1955)... Al Mancini de Desayuno con diamantes (1961, Breakfast at Tiffany’s, Blake Edwards) en algunos bloques de Vuelve San Valentín (1962), sobre todo los relacionados con Leonor, la chica que se inventa novios para no ser menos que sus compañeras. En El cerro de los locos (1959) se acerca al musical americano, en la mejor tradición de autores como Leroy Anderson o Irving Berlin.
Algueró siempre tuvo un cuidado exquisito con la tímbrica, realizando una instrumentación rica, llena de matices, incluso para bloques que quedan casi apagados por los diálogos como ocurre en Las dos y media y veneno (1959), en el bloque que acompaña las maquinaciones de los protagonistas para hacerse con la herencia del Tío Senén; o en la totalidad de los bloques de Usted puede ser un asesino (1961) o los fondos de Marisol rumbo a Río (1963), con especial mención a la secuencia en el Corcovado. Y con el tiempo, su música se fue adaptando a nuevas sonoridades como en las canciones de Tuset Street (1968), o en la banda sonora musical de Una señora llamada Andrés (1970), cuando Jenófanes (Jaime de Mora y Aragón) va a visitar a Cupido (José Orjas) al Olimpo, y allí es guiado por Eleusis por las instalaciones, ahora totalmente informatizadas. Mientras le explican cómo funciona todo el sistema escuchamos música ya muy alejada de melodismos anteriores. Algueró utilizó con profusión efectos de órgano electrónico que en esos momentos estaban en boga, pretendiendo una convergencia conceptual: la alta tecnificación del sistema que tiene el Olimpo para controlar las relaciones amorosas del mundo, se asocia a esta música “más tecnificada”.
Algueró ha participado también en otros audiovisuales, amén del cine. De los años sesenta es el que probablemente sea su primer jingle publicitario, interpretado por Carmen Sevilla ataviada con una bata de cola, para la firma de electrodomésticos Philips: “Familia Philips” tenía letra de Rafael de León, y el spot se grabó en Holanda, adquiriendo una enorme popularidad en una España que poco a poco se inundaba de antenas de televisión. Tras su separación de la actriz, se decantó hacia la música para publicidad —en 1977 compuso un jingle para un anuncio de pinturas Titanlux, dirigido por Valerio Lazarov, en el cual se utilizó por primera vez en España un ordenador—, y las sintonías televisivas; sin dejar nunca la composición y los arreglos para canciones. De sus trabajos televisivos deben destacarse clásicos como Historias de la frivolidad (1967, Chico Ibáñez Serrador) o El Irreal Madrid (1968, Valerio Lazarov), así como la serie La saga de los Rius (1976, Pedro Amalio López), y su intervención en programas como Gran Premio o 300 millones. Sus actuaciones se fueron espaciando en el tiempo: en 1982 intervino, al frente de la orquesta, en el programa de fin de año de RTVE; en 1984 estuvo tocando el piano en la sala Up & Down de Barcelona y también en Argentina y en Madrid, como pianista; y en 1987 reapareció nuevamente en la Sala Sutton de Barcelona al frente de una orquesta y ante el piano, por citar sólo algunas.
A pesar de su larga y fructífera trayectoria, ningún galardón a su labor audiovisual adornaba su casa, exceptuando la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, que le fue concedida en 1995 por el conjunto de su carrera; y el Premio Talento, de la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión, por más de veinticinco años de dedicación al medio.
En 2002 regresó de manera episódica al cine: Antonio Giménez Rico preparaba el rodaje de Primer y último amor, para la cual contaba con la colaboración de su compositor habitual, Carmelo Alonso Bernaola; pero al fallecer éste, el director reclamó la intervención de Augusto Algueró, porque “es un extraordinario compositor y muy adecuado para esta película, que es lo más lejano a cualquier modernez. Se trata de un filme clásico en el mejor sentido de la palabra” Llevaba sin componer para el cine veintiocho años.
Descanse en paz.